viernes, 21 de noviembre de 2008

Formación cofrade. 2º

LA GEOGRAFIA COFRADE.

Las hermandades y cofradías se adaptan al carácter de cada región. Podría decirse que el paisaje interior y exterior de cada grupo humano provoca en toda España diferencias y semejanzas que terminan convirtiendo lo genuino en especifico. En cualquier rincón del suelo hispano existe el hecho cofrade con intensidad y extensión.

En Galicia, la religiosidad popular gallega es inteligible sin el camino jacobeo, pero también sin, por ejemplo, el desfile de la Virgen de la Esperanza por las calles de Lugo o el culto a la Virgen Peregrina en Pontevedra.

De entre las devociones asturianas destaca Covadonga, centro y eje de su piedad popular, que convierte a la Santina y a la cruz asturiana en sus símbolos más apreciados.

Cantabria ofrece la vitalidad de sus tradiciones marítimas marianas, tanto en Santander como en diversos núcleos urbanos que aportan la singularidad de su paisaje y su mar.

La Rioja tiene tradiciones cofrades singulares, alguna de ellas con influencias de la inmigración hispanoamericana, y con advocaciones importadas de América. Se repite el hecho étnico cofrade de otros siglos.

Aragón es todo un mosaico de usos cofrades cuya significación no se agota con la tradición del constante ruido de tambores, sino que se conjuga la vitalidad de sus hermandades enraizadas en pueblos y ciudades.


Cataluña, cuyas cofradías fueron prohibidas por Felipe V, ve ahora resurgir con nuevo impulso, por presiones de los emigrantes del Sur, el hecho de las hermandades en un trasplante multicultural que la enriquece.

Todo Levante, desde Castellón a Murcia, es un enclave de extraordinaria experiencia cofrade. Aquí la luz y el bordado arropan Semanas Santas Marineras y cumbre escultóricas nacidas de la fe del genial Salcillo.

Castilla y León alcanzan lo insuperable en la austeridad con que veneran las grandezas zamoranas de sus cofradías, el don de Dios que supuso la obra de Gregorio Fernández para Valladolid o la pujanza llena de brillo salmantino. Sería injusto silenciar la piedad soberana de las cofradías leonesas.

Castilla-La Mancha sorprende por su auge, a veces tan original como en las burlas de Cuenca, o tan ajustado en su buen gusto como Toledo.

El Madrid cofrade es, como siempre, un muestrario completo de lo hispánico. Aquí imitar no tiene importancia, porque lo verdaderamente inimitable es la originalidad madrileña en acoger e integrar.

Extremadura, tan contrastante y variada según sus aguas se encaucen en el Tajo o en el Guadiana, asiste a un florecimiento cofrade cuyo interés esta fuera de toda duda, tanto por las originalidades como por los parecidos con el resto del mundo cofrade hispánico.



En Andalucía, las multitudes parecen invadirlo todo en la Cofradías, inmensamente numerosas e inmensamente desmesuradas en sus expresiones. La Semana Santa y las grandes romerías marianas son las fiestas religiosas por excelencia. En Andalucía brillan con luz propia las actividades solidarias de las hermandades y la formación en grupos cofrades.


La vitalidad de las hermandades de Ceuta y Melilla o de Canarias y Baleares pone a prueba cualquier análisis críticamente sociológico.



(fuente: "Paso a paso. Itinerario de fe para hermandades y cofradías")