Un rico adinerado entró en una tienda en la que se vendía de todo.
Muy decidido le preguntó al que estaba atendiendo:
- ¿Es verdad que aquí venden de todo?
- Si, señor -respondió tranquilamente el tendero.
- Pues entonces quiero comprar lo que todavía me falta: alegría, amor y felicidad.
El tendero, sin ningún problema, entró unos momentos en el almacén.
Cuando salió, le pudo sobre el mostrador lo que le había pedido. Y
mientras lo envolvía le preguntó:
- ¿Es para usted o para regalar a alguien?
El rico adinerado dijo sin dudar:
- Es todo para mí. Yo nunca regalo nada nadie.
Y el tendero respondió:
Pues si es así, entonces le costará muy caro.
Pero como para aquel hombre el dinero no era problema, pagó una altísima cantidad de dinero y se marchó. Al día siguiente, volvió nuevamente a la tienda, pero muy enfadado. Porque aquello que había comprado el día anterior se le había gastado enseguida. Con grandes gritos decía que le habían engañado y estafado. Sin embargo, el tendero, con gran serenidad le dijo:
- No se altere, amigo, porque normalmente suelen durar muy poco la felicidad, la alegría y el amor que se compran con dinero. Si realmente quiere alcanzarnos y tenerlos siempre, deberá desprenderse gratuitamente de ellos y regalarlos siempre que se le presente la ocasión de hacerlo.
Muy contrariado, dijo el rico adinerado:
- Pero si he de regalarlo siempre, los perderé. Me gastaría una fortuna teniendo que venir a comprarlos cada vez que los regalara.
Entonces, el tendero le dijo con una sonrisa:
- !Oh no¡ Eso no, amigo. Cuando la felicidad, la alegría y el amor se piden para ser regalados, no cuestan nada, son gratuitos. Y, además, cuanto más entregue de ellos a otras personas, mas crecerán en su interior, y más feliz, alegre y lleno de amor se sentirá. No necesitará volver a la tienda a por más. Parece extraño, pero así lo ha querido su fabricante, y sólo así funcionan. Si no se comparten, se apagan.
José Real Navarro.
Precioso relato.
ResponderEliminarLa avaricia rompe el saco.
Saludos y felices fiestas-