jueves, 18 de diciembre de 2008

El verdadero significado de la Navidad

Semanas antes del mes de diciembre, los escaparates, las plazas y los centros comerciales se inundan de luces, adornos y villancicos. En las ciudades y los pueblos, las casas y las calles se decoran con árboles de navidad, nacimientos y nochebuenas. A todas las personas les queda claro que es una temporada especial. Aun cuando el propósito legítimo de la Navidad no es que la ciudad esté adornada con elementos alusivos al nacimiento de Jesús, es muy pintoresco y nos recuerda que es un tiempo en el que el espíritu del hombre hace una pausa. Inclusive, durante las dos guerras mundiales del siglo XX, el 24 de diciembre se hizo un cese al fuego. ¿No es absurdo detener el asesinato por unas cuantas horas para celebrar la Navidad? Es verdad que el mundo cristiano busca transmitir un espíritu de benevolencia y generosidad en la víspera de esa festividad, pero resulta irónico porque, al terminar esos momentos de paz, los hombres siguieron asesinándose unos a otros.

De igual manera, en nuestros tiempos de “paz”, en cuanto pasa esta, tan esperada, época del año, después de que se abrieron los regalos, se celebraron las cenas de gala y se intercambiaron felicitaciones y “buenos deseos”, las personas regresan a la rutina sin que haya cambiado su perspectiva de la vida. Siguen viviendo con la misma incertidumbre y cargando los mismos problemas, no sólo personales, sino familiares, económicos y sociales; se olvidan rápidamente de la emoción vivida.

La Navidad dista mucho de ser lo que se nos ha inculcado. Más que una tradición, debería ser un recordatorio del propósito y del mensaje de la venida de Jesús a la Tierra.



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